lunes, 20 de septiembre de 2010

Coque Malla

A Coque Malla


Erase una vez una jovencita que vivía en una minúscula esquinita del norte, una provinciana, donde erase una vez que vino a tocar un joven envuelto en rock and roll llamado Coque Malla. Sin que él lo supiese, claro, ella había estado escuchando su música sin parar durante mucho, mucho tiempo, pero claro: ¿cómo lo iba a saber? si ni siquiera sabía que existía esta esquinita apartada del mundo. La joven estaba completamente enganchada a todas y cada una de las canciones del joven aunque maduro trovador, embelesada y profundamente enamorada de su voz y de sus letras. En especial le gustaba Berlín y La hora de los gigantes, ella se sentía reconocida completamente en esas canciones puesto que había sufrido un acoso laboral grave y al principio dejo de creer en sí misma hasta que remontó aquel cruel episodio de su vida. Las canciones del trovador Coque la llenaron de energía para seguir adelante y Hasta el final. Hoy en día la jovencita se siente completamente renovada, se ha convertido en un “gigante” a cada paso que da. Había dejado de escuchar música, se había envuelto en silencio y gracias al magnífico trovador volvió a escucharla. Ella siente que en cierta medida debe agradecerle el haberse levantado y gritado contra el silencio. El trovador acabo creando un monstruo sin saberlo, un “gigante”, que como él también se ha levantado y gritado contra el silencio Hasta el final. Ella también estuvo tiempo encerrada en su agujero… sin ganas de jugar… pero ahora tiene todas las ventanas abiertas y deja pasar esa luz tan hermosa por ellas… lo único en lo que difiere con el trovador es que ella nunca tiene demasiados caramelos…

El día que el trovador llegó, envuelto en rock and roll, con su pantalón ajustado, su chaleco negro, su barba de unos cuantos días y su pelo revuelto, ella estaba allí en la primera fila, llego tarde, como toda mujer que se precie, y no escuchó la mitad de Hasta el final… pero todo fue bien, pero que muy bien. Fue un gran placer escucharle en primera fila, desde donde se escondía tímida detrás de unas jovenzuelas agitadas, con su elefante-colgante de la suerte, esperando que se la trajese tan solo para que él la mirase y supiese lo que le había llegado al alma. Ella fue sola, porque así quería saborearlo, sola, sin la presencia de nadie que le pudiese apartar la mirada del trovador, de su voz y de sus movimientos. Él sonaba tan bien en directo como en el disco, incluso diría que mejor. Su voz le llegaba y a veces creía que su mirada se posaba en ella y le sonreía. Ella pensó que a un artista no solo lo hace la voz o una buena banda, sino también sus movimientos, su forma de expresarse en el escenario, pensaba que no tendría jamás palabras para explicar aquella noche en que él, el hombre de la hora de los gigantes, les había regalado a ella y a su público un espectáculo de puro rock and roll, de sensualidad y erotismo, con esa voz tan suya, que sin saber cómo envuelve tanto. Ella lo había descubierto tardíamente, con La hora de los Gigantes, y desde que lo descubrió nunca dejo de escucharlo y nunca lo hará. Tal vez sea esa mezcla de voz desgarrada que a la vez contiene algo infantil, ese algo que no ha perdido, aunque físicamente resulte un hombre canallesco, sólo a primera vista, de cerca parece más bien un golfo que encandila, pero esas letras… esas letras no dicen más que el que las escribe es un poeta, de alma y de corazón, un hombre sensual, y esos movimientos suyos… son de lo más erótico que ella había visto en su vida… y sabía que él lo sabía, y eso lo hacía y lo hace todavía más sensual, más erótico, y envicia, y cómo, y ella, que soy yo, te seguirá escuchando, llevando tu imagen clavada en mi retina, emocionándose y enviciándose contigo mientras tú sigas escribiendo y cantando, y te llevará contigo cuando vuelva al trabajo, para que no se haga tan duro, para que le des fuerza. Me hubiese gustado que tocases Hasta el Final otra vez… y otra y otra, y que me hicieses cerrar los ojos al sentirla, al sentirte… porque esa canción me ha ayudado mucho, no tienes ni idea de cuánto.

Te leí en una entrevista en la que decías que ibas viejo, aunque habías entrado bien en la cuarentena… chico… no vas viejo, vas maduro y la madurez ha añadido a esa rebeldía tuya una sensualidad y un erotismo que engancha… ¡y cómo!

Y menuda banda, y menudo acústico, y hermosísimas las nuevas canciones.¡Qué digo hermosísimas, ¡cojonudas!, ¿qué haces?, ¡ya!… ¡corre!… ¡publícalas de una vez!… regálame una…

Y a ti se te resbalarán los pantalones, que tuviste que abrocharte bien el pantalón, ¡delante de mí!, pero es que a mí, a mí lo que se me caían eran las bragas. Y te prometo que hace tiempo que no me pasaba eso, y también te juro que trabajo en un lugar repleto de hombres…de los que mis amigas dicen que son coto de caza, pero no son de los que a mí me atraen, a mí me gustan como tú, con sentimientos, con pensares, con el pelo más largo de lo normal, revuelto, que muevan el culo al compás de la música, que arrastren su cuerpo sin estirar… que se dejen llevar…

Biquiños desde mi esquinita del mundo en la que espero volver a verte algún día.

Tu agradecida admiradora,

Isla, la indómita ingenua explosiva, a quien nadie ha podido aún domar, aunque no me importaría que tú lo intentases…



...que los sueños no solo son sueños, a veces, si creemos como debemos en ellos, se hacen realidad... y quizá algún día vengas a domarme en el salón de mi casa con tu guitarra y tus canciones...
tal vez... sólo tal vez... me dejaría...

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