domingo, 11 de octubre de 2009

Not an ordinary pupil

No sé a quién pueda interesarle pero tengo en mente escribir un par de artículos sobre tipos de alumnos. Uno sobre el alumno soñado que todo profesor tiene en algún momento de su carrera, otro sobre el pelota, otro sobre el que se le va la pelota y otro como el de hoy sobre el alumno en vías de recuperación, aquel que no damos por perdido hasta el final. Veamos, cómo empezar…

Ayer por la mañana lo pasé mal, lo pasé mal porque tuve que reñir a un alumno para que se ponga las pilas… vaya por delante que no soy yo una de esas profesoras que se pone espitosa y echa broncas a tuti ple, parece ser que soy una de esas de voz dulce, formal y encantadora, según el comentario generalizado entre mis alumnos, se sorprenderían…

Al alumno en cuestión lo vengo observando en su hábitat natural en la escuela desde el mes de septiembre en que le vengo impartiendo clase. En su trabajo es un hombre serio, responsable, metódico, rígido como el mejor militar que se precie. En clase no le gusta mucho hacerse notar, aunque a veces apostilla cosas que me hacen pensar en él como un chico que no carece de simpatía, pero sobre todo de inteligencia, no es que intervenga demasiado pero antes sí lo hacía más a menudo. Estoy preocupada por él, como profesora me siento como una gallina clueca cobijando a sus polluelos, y éste polluelo en cuestión es uno de mis favoritos. No me digan el por qué, pero desde el primer momento me calló en gracia, a veces pasa, a veces no, a veces pasa todo lo contrario, no hay ninguna razón especial para ello. Pero para su desgracia lo que me sucedió a mí con él no le sucedió a otro de sus profesores, que no es que sea mala persona ni nada, y menos excelente profesor, que lo es, pero parece ser le echo el ojo al pobrecillo y para mal y no cejó en su empeño más que para dar quejas de él, con lo cual ahora está mal visto por el plantel de profesores que podrían auparlo a los primeros puestos del ranking de notas. Le cayó un buen arresto y un peor informe y ahora está completamente desanimado, lo noto desganado con una asignatura, la mía, que se le da bien, para la que tiene cualidades innatas, empieza a odiarla y eso me da miedo, se está rindiendo y eso no me gusta. Trato de levantarle la moral todos los días, hasta el punto de que parezco la más pesada entre todas las profesoras del universo, pero yo no me rindo y no me rendiré jamás hasta que me quede un último aliento, sufro, y quizá sea masoquista pero me pasa con casi todos los alumnos, trato de dar lo mejor de mí misma para que ellos se involucren en la asignatura. Me dejo la piel en el empeño, sé que a la mayoría no les importa, pero yo soy así. A veces me da resultado, a veces no, que se le va a hacer, pero yo no me rendiré nunca, I will never give up!

Ayer cuando le estaba echando la bronca, casi sin darme cuenta de que debe de tener más o menos mi edad y que no se debe de sentir nada cómodo en esa situación, él me decía que estaba cogiéndole tirria a la asignatura. Le comenté que una vez yo odié la asignatura que ahora imparto, que también tuve un profesor que yo creía me hacía la vida imposible y que no podía con ella, que cada vez que cogía un libro era superior a mis fuerzas y tenía que cerrarlo, pero llego otro profesor que se empeñó en que no cejase, en que continuase, en que ofreciese resistencia y batallase, y me volvió a entrar el gusanillo por una asignatura para la que al igual que él tenía una cualidades innatas. Y aquí estoy, le dije, dándote clase de esa misma asignatura que una vez odié, porque un profesor no quiso dejarme por imposible, porque alguien luchó para que yo luchase, aportando su granito de arena para hacerme mejor estudiante, persona y posterior profesora, él me miraba incrédulo, atónito ante lo que le estaba diciendo, casi sin creerse que estaba siendo objeto de semejante confesión. Hasta casi le suplique diciéndole que lo hiciese por mi que lo estaba dando todo para que ellos sacasen lo mejor de si mismos. No dijo nada. Se mantuvo callado, mirándome fijamente, a mí y a otra de sus profesoras que estaba conmigo, también tratando de ayudarle y convencerle de lo mucho que vale y de que no debe dejar de luchar, hice lo que otros profesores verían como un despropósito, desnudarte un poquito para dejar entrar en tu mundo al alumno, no me importo si así podía traerlo a mi terreno y ganar un adepto más, aposté sin saber si podría ganar la apuesta. Los resultados finales no se verán hasta dentro de más de un mes, cuando el curso llegue a su término, pero hoy, un par de días después de mi perorata algo ya ha cambiado, hoy en clase ha intervenido varias veces, no lo hizo mal, y a veces cuando nuestras miradas se cruzaban leía en la suya la gratitud impresa en sus ojos, una nueva alegría dentro de su seriedad innata y tengo hoy el convencimiento de que va a luchar, y de que volverá a sentir el cariño que sentía por la asignatura.

Bueno, esto no crean que solo lo hago por altruismo, también resulta que el alumno en cuestión según me cuentan otros profesores suyos, ha realizado un gran trabajo sobre vinos, parece ser que es todo un experto, y recuerdan ustedes que les dije una vez en este blog que soy una cateta en lo que a vinos se refiere, pues tal vez cuando me haya ganado su confianza, cuando haya conseguido que saque la mejor nota en la asignatura que debe y puede mejorar, quizá de aquella me atreva a pedirle el citado trabajo, a ver si de una vez pido el vino correcto en los restaurantes y no lo tienen que pedir otros por mí. Incluso igual hasta me invita a un vino con el que estaría bien brindar por una buena nota y porque la manzana ha sido recuperada para el cesto, sana, brillante y sin ningún gusano en su interior que la haga pudrirse, mustiarse y pasar a mejor vida sin haber dado lo mejor de si.




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