domingo, 11 de octubre de 2009

Sucedió en abril: Treintañeras tumbadas al sol II


...y llego el sábado y después de movilizar al personal, de que me viniesen a buscar a casa y recoger los bocadillos tomamos rumbo hacía la playa, abriendo todas las ventanillas del coche para dejar sentir el aire primaveral sobre nuestras pieles, revoloteando en nuestros cabellos y ... despeinando mis hermosos rizos, que yo estaba que trinaba en el asiento de atrás pues el coche de Carla llevaba abiertas las dos ventanillas de delante, las del piloto y la copilota, y allí estaba yo, detrás, donde convergían no sé qué tipo de vientos huracanados que hacían que mi ondulada cabellera que iba de un lado a otro me tapase la cara y no fuese capaz de encontrar una maldita pinza en mi bolsa (esto más bien debido a la cantidad de cosas que llevaba en ella, que siempre creo voy a necesitar y nunca me hacen falta). Una vez la encontré llegamos a la entrada de la playa y ya no la necesitaba, no hacía viento ninguno. He de decir aquí que somos listas como el hambre y vamos a la playa más resguardada del viento que conocemos. Nos las prometíamos felices mirando el mar y bajo la presencia de un cielo despejado de nubes. Pero cuando bajábamos las escaleras de entrada a la playa empezamos a poner cara de pocos amigos. Nos habían cogido nuestro sitio. Nos miramos con cara de póker. ¡Y eran conocidos! (gente que veíamos en la playa durante estos años), ¡qué falta de educación!, supongo que empezamos a mirarlos con cara de pocos amigos y se dieron cuenta, pues cuando volvimos de nuestro paseo matutino por la orilla del mar ya habían despejado nuestra parcela de terreno abonado y subido unos palmos más arriba (¡así está mejor! pensamos las tres sin necesidad de decírnoslo), cambiamos las toallas y los cestos de sitio y yo dirigí una leve sonrisa de gratitud a aquellos inquilinos de la otra zona de la playa que parece se dieron cuenta habían invadido nuestra pequeña propiedad privada.

Después de una opípara comida de la que nos sobro más de la mitad (eso sí el "frizzente" lo fundimos enseguida) nos tumbamos en la toalla para tomar el sol y dedicarnos a arreglar el mundo. Mara empezó:

- ¿Habéis visto el programa ese de supervivencia en una isla? (a Mara le encantan este tipo de programas) lo deben de pasar mal, pero yo me iría por pasar todo el día tumbada al sol. Además ganan muchas pelas.

- ¡ay no sé yo!, no sin mi cepillo... y mis pinturas... tiene uno que prescindir de tantas cosas...

-bueno, dijo Carla, yo creo que podría pasar bien con la comida necesaria, hay bastante bancos de peces por la zona que van este año, no sería problema para mí, y aguantaría el tipo.

- ¿sabéis, dijo Mara, que está el Carlos Constanza...?

- ah, sí! el ex de Marta Robles.

- ¿Marta Robles? quién es esa? ¿No querrás decir Mar Flores Sarah?

-ah, sí, Mar Flores, yo sabía que algo tenía que ver con la vegetación... está bueno... (y es que según sus amigas Sarah tiene un gusto un tanto peculiar para los hombres)

- a ti ya te ha afectado el vino Sarah, ¿no te has tomado hoy el aceite?

- pues no, vaya, se me olvido...

-recuérdalo la próxima vez.

- claro, como no me iba a afectar si Pablo no ha aparecido y nos hemos bebido todas las botellas. Ya decía yo que me parecía demasiado, pero Mara qué no, que cogiese tres. La próxima vez no os hago caso y cojo dos. Claro, como a vosotras no os afecta tanto como a mí (Mara y Carla aquí mirándose y mirándome con caras de simpáticas beodas)

- la empanada estaba muy buena, cojonuda...

- claro, la cogí en Valencia, no me dio tiempo a hacerla.

-¡ah! dijo Carla a sabiendas de que había metido la pata.

- ¿qué tal con ese chico que te gustaba? ¿Sabes algo de él?

- Bah! poca cosa, ya no lo veo, y nunca llegué a decirle nada, creo que él nunca llego a ver las señales, o es que igual yo no fui capaz de enviarle las adecuadas. Alguna vez hablamos o nos escribimos, nada más, ni siquiera se da cuenta de que existo, creo que solo ve en mí a una amiga, tal vez ni siquiera me vea como eso, igual solo es que me tiene cariño, y yo de gili sigo pensando en él.

- ¿Sabéis? Ayer vi a Nacho, se ha dejado barba, tiene aspecto de naufrago, despeinado pero arreglado, que sabe dios cuanto le ha costado el corte de pelo aunque no lo parezca, dijo Carla.

- Yo lo veía como el hombre perfecto para ti, con su negocio, su futuro, su casita, y está bueno, ¿no dirás que no? ¿Qué defecto le ves?

- Yo no, no sentará la cabeza nunca, es un mujeriego, no es para mí, y lo de sus pelas me da igual, para que trabajo yo sino para ser una mujer independiente.

- Cambiaría seguro, bebe los vientos por ti, y otra cosa: no seas tan feminista, nena.

- ¡quita, quita, qué no, que es un saltimbanqui, no es para mí!

- queréis dejarme dormir, nos espetó Mara con una voz que parecía procedente de ultratumba y bajo la camiseta que le tapaba la cara para no coger una insolación.

- pareces un reo que va a ser ajusticiado, le dije a Mara.

- Sí, pero yo no cogeré la insolación que vosotras ni me saldrán arrugas del sol. Seguro que no te has echado suficiente protección, ¿a que no, Sarah? Este sol no es bueno.

- Tengo buena piel, contesté mirándola de reojo sin saber que otra cosa decir, sintiéndome enojada. Sabía que tenía razón pero me gusta ponerme muy morena. "Sarna con gusto no pica", pensé en ese momento.

- hoy bajamos, ¡eh! que nos despedimos de Alonso (el machote de la pandilla) que mañana se va a Ecuador a la siguiente marea del atún, y hasta que se acabe la marea sabe dios cuando lo volvemos a ver, y además notición: baja Marco (su hermano, nuestro mejor amigo gay) que acaba de llegar. Tuvo una trifulca con el novio y ha venido a casa de mama y papa hasta que se le pase (esa noche bajamos sin encontrarnos muy bien debido al empacho por ración excesiva de sol que continuamos con empacho por ingesta masiva de comida a la hora de la cena), me lo ha contado su madre cuando llamé esta mañana para avisar a los chicos de que nos íbamos a la playa, como aquí no hay cobertura…

... y a eso de las seis y media decidimos recoger el campamento, porque más de seis horas de sol a todo trapo ya nos parecían bastante (aunque yo me hubiese quedado más tiempo a achicharrarme), y ya en el coche mientras íbamos escuchando como radiaba el partido de nuestro equipo el ex de Carla, al que no nos dejaba llamar desde que había roto con él para los sorteos de botellas de vino que hacían en los descansos del partido, íbamos discutiendo a quien le había cogido más el sol, yo casi no dije ni pió, me sentía mareada, la cabeza se me iba y creo hoy tengo insolación. Ni que decir tiene que por la noche bajamos, aún sin sentirnos demasiado bien, después de la ingesta masiva de comida, bebida y sol, un sol no creo demasiado bueno para abril, pero lucimos bronceado. Y eso ya era motivo de felicidad entre nosotras, tres lagartas compulsivas ávidas de sol. Eso sí a esta cangrejiana que ustedes empiezan a conocer aún no le pareció demasiado buen tiempo como para sumergir ninguna de sus pinzas en una de las pozitas de su playa favorita.

... y aunque amo el sol y los días de playa les recomiendo una cosa, tengan cuidado, que según dicen los mayores este sol no puede ser muy bueno, afecta a la cabeza, mi abuela siempre dice este dicho: “hasta mayo no te saques el sayo”... pero como nosotras no somos muy dadas a dichos y vamos por libre ya hemos empezado nuestro verano particular a día 22 de abril…



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